jueves, 15 de febrero de 2007

El loco que bajó de su colina


Jesús Quintero tenía arte. Mucho arte. Era una de esas personas alejadas de corrientes, afluentes, río y océanos de mediocridad, de arribismos, de modas y tendencias. Quintero navegaba bajo las estrellas de la esperanza a la búsqueda de la verdad. Como un Ulises mitológico añorante de su Itaca iluminada.

La mayor parte de sus personajes eran fuera de lo común. Puro genio. Frikis extraordinarios, seres con belleza y luz interior, a los cuales Quintero desnudaba el alma con maestría, transportando sus sueños hasta nuestros fríos inviernos, inundando nuestras entrañas de calor y ternura, impregnando nuestro espíritu de soledad compartida.

Pero un día el loco, no sé por qué, bajo de la colina para no volver. Y una pléyade de farruquitos, garzones, pantojas y obregones de cuchufleta ocuparon las gradas de su querer.

Ahora, Quintero pontifica gongoriano, templa gaitas, populariza, contemporiza y sus palabras, antes rebosantes de fuerza vital y verdad resuenan huecas compitiendo en share y otras zarandajas.

Tenía arte Jesús Quintero. Un don para comunicar vida. Pero en su colina mágica ya sólo habitan las sombras del pasado.
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Andoni

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